
Parado
sobre estas baldosas, el gobierno debe ver ahora hacia adelante y
dar los siguientes pasos, medidos y firmes, en dirección de la
reforma educativa, garantizando las condiciones de gobernabilidad
que permitan su instrumentación eficaz y expedita. Es vital el papel
que en ello habrán de jugar los maestros organizados. Sin una amplia
mayoría de maestros co-responsabilizados en la reforma, ésta es
imposible o quedaría en el mejor de los casos, amputada y diluida.
Los maestros no deben pasar por alto que la rehabilitación política
y social del gremio dependerá de su capacidad de comprometerse
plenamente en los procesos y contenidos de la reforma educativa:
re-estructuración de normales, evaluación, pago y permanencia de
acuerdo al desempeño, modernización curricular, formación y
capacitación, escuelas de tiempo completo, carrera magisterial...

Es
preciso evitar que en esta encrucijada se abran más espacios a
ideologías insanas y destructivas, y al radicalismo violento de
maestros organizados en la CNTE y en las secciones sindicales que
ésta controla. Recordemos que maestros han sido fundadores y
militantes de un gran número de movimientos de subversión en el
país desde mediados del siglo XX: Partido de los Pobres, PROCUP,
EPR, ERPI. Hoy un Estado debilitado cede su soberanía a fuerzas
paramilitares de autodefensa comunitaria, precisamente, en regiones
de exuberante radicalismo magisterial: Guerrero, Oaxaca, Michoacán,
Chiapas, entidades federativas, por cierto, con la peor educación
del país (la correlación no es insignificante). Los maestros y las
normales rurales, evidentemente, no son ajenos a ello. Hay así un
riesgo muy considerable que debe conjurarse. No sólo de estabilidad
y gobernanza, también de que la reforma educativa naufrague.
Contrastantemente,
en todas partes, pero en especial en estados como Aguascalientes,
Nuevo León, Baja California, y Chihuahua, destacan maestros
responsables, bien formados, comprometidos, y con experiencia y
sensibilidad de gestión social. Muchos de ellos están integrados
políticamente en un partido electoralmente pequeño, pero con una
sólida estructura. Sería un error tirar al niño de la bañera con
todo y agua sucia. En las pasadas elecciones federales se hizo
evidente que existe una amplia franja de electores (jóvenes en
especial) inmunes al virus del populismo de izquierda e
insatisfechos con el conservadurismo esclerótico de los otros dos
grandes partidos; esperan fórmulas y candidaturas creíbles,
modernas y creativas. Ahí, hay una oportunidad.