El Estado de Derecho en México parece difuminado. La piel ya reacciona con escalofrío al sentir la acidez de una bruma hobbesiana que nos envuelve. El optimismo económico batiente no alcanza a disiparla. Nos persigue... Pero, si no es posible, tenemos instituciones sólidas, somos la treceava economía del mundo, compartimos TLCAN y frontera con los Estados Unidos, el futuro económico es luminoso, y el estado fallido es sólo una malintencionada patraña. Sin embargo, el Estado abdica en Guerrero, Oaxaca, y Michoacán de su razón existencial: la seguridad y el monopolio de la fuerza legítima. Renace la impunidad violenta de porros en escuelas públicas; se les tolera y premia. Diputados locales en el DF tuercen la ley para dejar en libertad a vándalos que lapidan el centro de la Ciudad de México.
El crimen organizado embiste en Guerrero y Morelos, y despliega cabezas de playa sobre la zona metropolitana de la Ciudad de México. Emerge invicto en la Laguna, Tamaulipas y Nuevo León, desde donde lanza un desafío siniestro. El mando único policial en los estados es una promesa bienvenida pero aún incierta. En Oaxaca, la anarquía y la extorsión expulsan a la inversión privada en energías renovables. Cobran millones y destrozan a su última presa; un proyecto eólico de casi 400 MW, que sería el más grande de América Latina, contribuiría a reducir nuestra dependencia hacia los combustibles fósiles, y abatiría emisiones de gases de efecto invernadero.
Maestros radicales, curtidos en la violencia, y organizados en la CNTE y la Sección 22 en Oaxaca paralizan las escuelas, impiden la modernización de normales, resisten con éxito la reforma educativa, y amenazan son sitiar al estado. Tienen como rehén al gobierno local, y retan con soberbia al gobierno federal. Se consolidan feudos de radicalismo delirante y violento en las escuelas normales de Michoacán y Guerrero. Ahí avanza la descomposición de la educación pública; los padres que pueden envían a sus hijos a escuelas privadas. Esa es la verdadera privatización. Los llamados zapatistas reaparecen y retienen varios municipios chiapanecos al margen de las instituciones y la legalidad.
La reforma judicial no nos alcanza; más de la mitad de los delitos siguen sin denunciarse, el 90% no se persiguen, y sólo el 2% se castigan. Aquí y allá se multiplica la necrosis del estado de derecho: en el espacio público, en los sistemas de transporte urbano, en las playas, en la pesca, en los mares mexicanos, en la explotación forestal, en la disposición final de la basura, y en las descargas de aguas residuales a los ríos.
Todo lo anterior es un conjunto de fenómenos de origen distinto, e inconexos, podrá argumentarse. No obstante, la atmósfera de impunidad para unos o para otros es la matriz que nutre y reproduce a todos. El estado de naturaleza de Hobbes se asoma al horizonte. Hay que cerrarle la puerta en las narices. Lo que se alcanza a ver después del dintel es aterrador. Que nadie se confunda. Son urgentes las reformas estructurales, y es indispensable recurrir a las artes más diestras de conducción y negociación política, pero el proyecto nacional más importante es la recomposición de la legalidad, el restablecimiento del estado de derecho, y la lucha contra todo tipo de impunidad y violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario