viernes, 6 de enero de 2012

EL GDF EN SU TORRE DE BABEL

El cierre irresponsable del Bordo Poniente ha develado una verdadera torre de babel en el manejo de la basura en el Distrito Federal. No se olvide que el aseo urbano, y el manejo adecuado de la basura hasta su disposición final es una función elemental de gestión de bienes públicos para los gobiernos locales.  Cada uno de los habitantes de esta ciudad genera al día alrededor de 1.3 kilogramos de basura en promedio, lo que arroja un total de 11,700 toneladas diarias aproximadamente, sin considerar a la población flotante. De acuerdo a datos oficiales, el 56% es orgánica (6,550 toneladas diarias), 20% (2,340 toneladas diarias) está compuesto por materiales reciclables como PET, papel y cartón, Tetrapak, vidrio, otros plásticos, aluminio y materiales ferrosos. El resto son componentes de gran diversidad y escaso o nulo valor en mercados existentes o potenciales de reciclaje. Casi el 45% de la basura la generan los hogares, y el resto, comercios y servicios, la Central de Abasto y los mercados, incluyendo la que se recolecta por aseo urbano.

Hasta hace pocos meses el destino fundamental de estas corrientes de residuos era el Bordo Poniente, un enorme relleno sanitario, que aunque bien diseñado y construido en los años ochentas del siglo XX, cayó en procesos deficientes de manejo que lo hicieron atraer presiones políticas desde el Gobierno Federal, hasta exigirse su cierre aduciéndose riesgos ambientales e hidrológicos. La verdad es  que con una buena re-ingeniería, y con un manejo adecuado en materia de cobertura, captación de lixiviados (líquidos que escurren de la basura), y de aprovechamiento del metano (generado por la descomposición anaerobia de la basura orgánica) en la producción de electricidad, el Bordo Poniente pudo haber prestado sus servicios a la ciudad, incluso, durante varias décadas más, a costos razonables y bajo condiciones ambientales seguras. Por supuesto, si esto se hubiera dado en el contexto de políticas modernas y eficientes de reciclaje y recuperación de materiales secundarios. Hoy se ha cerrado, puede decirse que irresponsablemente, dado que el GDF  fue incapaz de desarrollar opciones económica y ambientalmente eficientes. El resultado ha sido la improvisación, arreglos contractuales obscuros, galimatías declarativos, la exportación de basura a otras entidades federativas, y su acumulación en tiraderos clandestinos.

Casi todos los residuos generados en la ciudad  concentran en 13 Estaciones de Transferencia, aunque previamente se hace una selección (pepena) informal por parte de operadores y  cuadrillas de  los camiones recolectores, en centros de acopio irregulares, casi en la clandestinidad. Ahí se extraen unas 650 toneladas diarias de lo más valioso de los materiales recuperables, como el aluminio, cartón y papel, y algo de PET.  De las estaciones de transferencia la basura pasa a alguna de las 3 Plantas de Selección existentes donde se separan otras 490 toneladas diarias de materiales con cierto valor, y una pequeña fracción (88 toneladas) de basura orgánica es llevada a la planta de composta que opera el GDF en el propio Bordo Poniente, donde se encuentra una de las plantas de selección.  En síntesis, se recupera y recicla alrededor del 10% del total, apenas un 0.7% se hace composta, y el resto, 89% (10,400 toneladas diarias) se confinaba en el Bordo Poniente, sin contar algunos volúmenes  de municipios del estado de México.  Todo esto ha operado en un complejo ensamble corporativo y en buena medida informal, donde participan el sindicato de limpia del DF, compradores de materiales secundarios, y desde luego, poderosas organizaciones de pepenadores. Más de 25 mil personas participan y derivan sus ingresos de este sistema.

Son entonces al menos 10,400 toneladas diarias de basura de las cuales el GDF está obligado a informar qué pasa ahora con ellas, ya que no es creíble (como afirman las declaraciones oficiales) una multiplicación prodigiosa - prácticamente de la noche a la mañana - en sus capacidades de reciclaje y composta. Tampoco es creíble el milagro de que buena parte de todo ello sea absorbido por empresas cementeras como combustible alterno, o por rellenos sanitarios en el estado de México (¿cuáles plantas cementeras, y cuáles rellenos? ¿a qué costo?).


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