
La calidad de la educación depende de la calidad de los maestros, y de las condiciones institucionales y socioeconómicas locales. De acuerdo a la prueba PISA de matemáticas 2012 realizada por la OCDE, sobresalen países desarrollados con una sólida cultura competitiva y de esfuerzo personal, y plenamente urbanizados (Singapur, Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur, Japón, Canadá, Alemania) http://www.oecd.org/pisa/46643496.pdf. Ciertamente la calidad de la educación en México no es algo de lo que podamos enorgullecernos. Sin embargo, sólo Chile nos supera en el contexto latinoamericano. México se da a sí mismo la educación más deficiente entre las naciones de la OCDE, pero también, es el país menos desarrollado y el más pobre de esa organización. Hasta aquí, no hay mucho de qué sorprenderse.
La pobreza sólo se supera elevando la productividad de las personas, a partir de la acumulación de capital humano y de la disponibilidad de capital físico, mejores tecnologías, y economías de proximidad que sólo se dan en las ciudades (ver a Jane Jacobs en The Economy of Cities, y a Edward Glaeser en The Triumph of the City). Y claro, el capital humano sólo se forma a través de la educación. Por tanto, de la calidad de la educación depende en buena parte la posibilidad de vencer a la pobreza, y también la desigualdad, siendo la calidad de la educación pública el gran y único instrumento eficaz de igualación social.

Es la incubadora de la improductividad y de la pobreza eterna: pésima educación, alta población rural, valores disfuncionales, instituciones extractivas de renta, y cultura colectivista. También de la violencia: las mafias revolucionarias del magisterio nutren y soportan a organizaciones guerrilleras (EPR, ERPI, y ahora el flamante FAR-LP).
Todo es apuntalado por programas sociales como Oportunidades y PROCAMPO, que refuerzan el paternalismo y la dependencia (en vez de promover la autonomía individual), y que anclan a la población a una miserable vida rural dependiente de dádivas, subsidios y subvenciones del gobierno, y de la articulación de sus demandas por parte de organizaciones políticas.
La tragedia educativa es causa y consecuencia en un escenario generalizado de rezago y fractura, disfunción institucional y económica, y persistencia de altos porcentajes de población rural en consecuente pobreza. La reforma educativa es un primer viento de cambio, pero que, sin embargo, para rendir resultados, necesita ir en sinergia con nuevas políticas sociales y de gobernanza, de cambio institucional y cultural, y de fomento a la urbanización... Sí, a la urbanización.