
Cuando en vez de ciudadanos celosos de lo público tenemos peticionarios anónimos u organizados, y ensamblados corporativamente al partido en el poder, se niega el derecho a la ciudad con resultados esperpénticos. Ocurre una transacción donde se entrega sistemáticamente el espacio público a mafias a cambio de apoyos políticos y votos. En ausencia de ciudadanía, el resto, silencioso, indiferente o resignado lo atestigua... y así vota; no pide cuentas, no exige, llega a parecerle normal. El tema no existe ni forma parte de la agenda pública. Podría estar peor, es el razonamiento. Zonas enteras de la ciudad son devoradas, y los contrastes se agudizan

Es la resistencia en algunas trincheras, donde el campo urbano es dominado por el andamiaje mafioso que degrada la ciudad: Todas las entradas e inmediaciones de las estaciones del metro; todas las zonas circundantes a los hospitales públicos; todos los paraderos y zonas de transferencia modal (Tacubaya, Observatorio, Indios Verdes, Chapultepec, Universidad); el otrora orgulloso bosque de Chapultepec; innumerables plazas; calles y aceras completas aledañas a centros comerciales... todo, invadido por legiones de vendedores ambulantes organizados en mafias, para votar, asistir a marchas y mítines, y pagar derecho de piso a sus líderes a quienes el gobierno ha privilegiado con la privatización ilegal del patrimonio colectivo. Miasmas, pestilencia, basura, fealdad, inmundicia, grafiti, hacinamiento que llenan de vergüenza a la Ciudad de México y desdicen con su hedor purulento cualquier ínfula de liderazgo urbano en el concierto global.. La fórmula se repite en el sistema de transporte colectivo concesionado; desorden, impunidad, un rosario accidentes fatales. También, en la gestión de los residuos urbanos, y con las zonas de conservación ecológica y sus invasores. Es la democracia corporativa sin ciudadanos. Es la izquierda que castiga a los más pobres privándolos del derecho a la ciudad. Es la erosión del estado de derecho en cada esquina, la impunidad que se asienta como regla de oro no escrita de convivencia urbana. Como en ninguna otra gran ciudad en México.
Mantener el poder requiere administrar con pericia y mucho cinismo esas inmensas redes de corrupción y control corporativo, no satisfacer inexistentes demandas ciudadanas en favor del interés público. Desde luego el modelo es insostenible; tiene contradicciones insalvables que sería imposible abordar aquí. Así como la democracia se abrió paso en el México de los años setentas y ochentas del siglo XX, gradualmente irá ganando espacios en el DF una ciudadanía moderna, cada vez más atenta al interés público. Es la transición ciudadana que nos falta.
La ciudadanía no va a tener transición alguna hasta que no formen parte de la base contribuyente. Nadie va a cuidar lo que no siente de ellos. La informalidad no participa ni le interesa porque solo ve por si misma. Una colección de individuos viendo por si mismos que tratan de sobrevivir haciéndose mafias, grupos de poder, todos jalando agua pa su molino. Una ciudadanía que no participa hechándole la mano al marranito de la ciudad, difícilmente se va a preocupar por participar en temas colectivos. Si van a participar si sus intereses particulares se tocan. Todo esto se ve reflejado en la fragmentación urbana de la ciudad y en la zonificación social que existe. El nuevo urbanismo que debemos buscar es la integración de la sociedad y de los usos de suelo en un tejido urbano sano mixto.
ResponderEliminarUna planificación urbana responsable y científica, educación y ampliación de la base contribuyente serán las únicas herramientas para la transición ciudadana. Saludos atentos, Patricio Lavalle www.plmarquitectos.com