
Antiguamente se planeaban barrios con criterios cívicos, históricos, estéticos y culturales. Ahí están los extraordinarios ejemplos de planeación y desarrollo urbano porfiriano en las colonias Santa María la Ribera, San Rafael, Roma y Tabacalera, y otras posteriores; con todo y plazas, parques, comercios, escuelas, transporte (tranvías) y servicios públicos. Todo lo perdimos. Nos entregamos a la simple minimización de costos, que arroja palomares monotemáticos de viviendas infinitesimales aisladas de la ciudad. Y a la exclusión pretenciosa y de mal gusto en los suburbios, dentro de guetos amurallados para McMansions mexicanas, adscritos a enclaves de oficinas exo-urbanas hacia donde emigran los corporativos que abandonan la ciudad (porque ahí cerca vive el CEO). Aunque a los infelices empleados y trabajadores se les imponga un viacrucis infinito de traslados. (Santa Fe).
El Estado renunció a hacer ciudad y a crear barrios y comunidades cívicas, dejó todo en manos de desarrolladores privados, de manufactureros de vivienda subsidiada masiva y en serie, y de la informalidad. La ignorancia e incapacidad de políticos y funcionarios de espíritu provinciano, un déficit casi total de cultura urbana entre la población, y reminiscencias rurales de utopías bucólicas en el imaginario colectivo, fertilizaron este modelo desde el lado de la demanda. Proyectos exo-urbanos motivados por el esnobismo y el interés, programas de desarrollo urbano locales, así como normas y regulaciones de uso del suelo lo codificaron, permitieron y alentaron. México se enfrascó en una cruzada anti-ciudad, ante la mirada indiferente o impotente del gobierno federal, que abdicó de todas sus facultades en materia urbana con las reformas de 1983 al Artículo 115 Constitucional.
Al gobierno federal sólo le interesó la construcción de casas a granel, e ignoró el imperativo de diseñar y desarrollar verdaderos barrios y comunidades urbanas, donde convivieran productivamente la vivienda socialmente diversificada, comercios, servicios, e incluso industrias, con espacios públicos funcionales, dignos y bellos, que ofrecieran un sentido de pertenencia e integración a la sociedad.
La minimización de costos en la vivienda oficial ha traído consigo no sólo la necrosis del tejido urbano, estrechez extrema, lejanía, dispersión, y neurosis social, sino degradación en la calidad: ductos de plástico, puertas huecas, y paredes de grosor capilar que destruyen la intimidad. La dispersión y lejanía extinguen al peatón y al espacio público, extrapolan los costos de transporte, convierten a los ciudadanos en automovilistas agresivos que compiten por cada metro de asfalto, colapsan la productividad y la vida familiar, elevan el número de coches, reducen el ingreso disponible, y aumentan la cartera vencida, además de provocar el fenómeno de la vivienda abandonada.
Es urgente una política seria de reconstrucción de ciudades, no de producción en serie de vivienda, ni de multiplicación de espacios para autos: recrear la vida cívica urbana; hacer efectivo el derecho a la ciudad; reconstruir el espacio público para desarrollar ciudadanía, calidad de vida y cohesión social; integrar el tejido urbano sin bardas ni rejas; crecer para arriba, densificar y diversificar; conectar e incluir.
Estariamos peor/mejor con Lopez Obrador
ResponderEliminarPeor! México No esta para soluciones Populistas!
EliminarMuy buen post y coincido totalmente con la idea de que antes se planeaba mejor la urbanizacion de una zona y por su puesto que las vias de comunicacion estaban mejor planeadas que en la actualidad ya que por ahorrar tiempo y costos terminan construyendo con mala calidad. El mismo caso de la vivienda Infonavit por ejemplo ofrece viviendas de 2 recamaras sala-comedor cocina y bano trazadas en terrenos de 96m2...es esto posible? Donde ha quedado el derecho a la vivienda digna?!
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ResponderEliminar¿Cómo lograría aquella política seria de reconstrucción de cuidades?
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